martes, 1 de enero de 2008

Siento cómo de reojo, sin descaro,
diriges hacia mí tus negras perlas;
yo, con nervioso y tímido reparo,
preparo mi coraje para verlas.

Por fin me giro, lento y acobardado,
la boca seca. Por mi cuerpo fluyen
ríos de amor; así que ya liberado
de temor, extasiado, mi alma bulle.

Ahora hablan nuestros gestos de ternura,
ademanes de amor de gran destreza.
Y así, ya unidos en nuestra locura,
el alma triste me curas, princesa.

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