miércoles, 19 de diciembre de 2007

Por el mar de la amargura

Agudas flechas apuntan hacia mi pecho
rígido, contraído en busca de piedad.
La fuga: atravesar desfiladero estrecho
y la ardiente pira de mi felicidad.

¿Y si mi piel crepita y ruge entre las llamas...?
¿Y si mi corazón cesara de latir...?
La ardiente llama del amor el alma inflama.
¡Qué penoso, a veces, resulta decidir!

Mi pobre corazón late y vive encogido,
yerto y asustado; abrasado de puro amor.
¿Y por qué?, ¿cuándo? ¡Oh, Dios, qué sin sentido
es morir la vida al compás de este dolor!

Las flechas vuelan, clavan prestas su veneno
que ahoga, anega, el frágil centro de mi cordura.
Vivo herido de muerte y naufrago en el cieno
de ese gran océano llamado amargura.

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